miércoles, 29 de octubre de 2008

EL DIA DE LA BATALLA


Inauguro la sección de informes de batalla de DBMM con la partida jugada el pasado día 20 de septiembre dentro de la jornada organizada por David Cantó.
Para más detalles de ese magnífico día os remito al blog del Fan de DBMM que podéis encontrar entre mis ALIADOS.

Ese día estrenaba por fin mi ejército macedónico imperial con 400 puntos. Los días anteriores fueron de frenética actividad para que todo estuviese bien acabado.
Mi rival, Xavi, se presentaba con su ejército escocés prefeudal. También tiene su propio blog, la Subcrónica de DBMM.

El relato está escrito en forma de carta, que el general macedonio al mando envía a Alejandro como si de un parte de guerra se tratase.
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A mi Rey y Compañero el Gran Alejandro.

Cuando me retiré a mi tienda, lo hice convencido de haber tomado todas las disposiciones posibles.
Aun no sabíamos claramente quienes eran aquellos bárbaros que venían del norte, lo que sí era seguro es que ya habían arrollado a los ilirios y que avanzaban rápido por la costa.

Por ello escogí una posición estrecha, junto al mar, con suaves colinas y terreno rocoso donde apoyar nuestra línea defensiva. Cuando ayer apareció una masa oscura por el horizonte partí personalmente con mi caballería ligera para reconocer al enemigo. Pudimos capturar a uno de sus exploradores, un andrajoso bárbaro, pintado de azul que gritaba en una jerga incomprensible para nuestros traductores. Sólo pudimos recoger una palabra gritada con insistencia y orgullo, algo así como "escot".



Junto al mar, los escotos tenían una profunda masa de hombres armados con picas, aunque no tan largas como nuestras sarissas. En su centro pudimos ver infantería ligera rodeando a una tropa reducida de guerreros que parecían mejor armados y encuadrados. Su caballería se desplegaba hasta el pie de las infranqueables colinas que delimitaban el campo de batalla.

Tras comprobar cuales eran sus fuerzas ordené mi dispositivo. A la izquierda los hoplitas mercenarios y las brigadas de compañeros a pie sobre una suave colina, con los arqueros cretenses cubriendo el flanco hasta las playas. En el centro dispuse a nuestras tropas ligeras de élite: los auxiliares tracios, apoyados por los agrianos. Los elefantes en el terreno abierto entre la suave colina y el roquedo del centro, cubierto por más tracios y los arqueros a caballo escitas. Detrás, la reserva de auxiliares regulares. En la retaguardia y hacia la derecha, las brigadas de los compañeros del Rey y las brigadas ligeras de caballería tracia, cubiertos por el roquedo y un olivar.

Todo estaba listo, el ejército estaba fresco y dispuesto, ansioso de medirse con aquellos bárbaros. Nos fuimos a dormir confiados en la victoria.
La noche era oscura y sin luna.



Acababa de despertarme, de madrugada y preparaba mi armadura para reunirme con mi guardia y hacer una inspección al ejército, cuando un grito de alarma me hizo salir precipitadamente de mi tienda. Un joven guardia corría hacia mí mientras señalaba atrás gritando voces de alarma.
Montamos de inmediato y salimos del campamento hacia la cresta de la colina que dominaba nuestra posición.



Al llegar allí quedé horrorizado. El enemigo casi estaba encima de nuestras posiciones. Los piquetes de avanzada no habían visto nada hasta que comenzó a clarear y ya era demasiado tarde.



Nuestras brigadas de picas se estaban formando a toda prisa para hacer frente a la masa de guerreros que se aproximaba rápidamente de forma oblicua a nuestra línea, eran las tropas de su centro que se habían desplazado silenciosamente, ocultas en la oscuridad.



Llegó un correo informando que la caballería enemiga se estaba infiltrando entre el roquedo y el olivar y que nuestra caballería se estaba poniendo en movimiento para conjurar la amenaza.

Así pues todo el plan de batalla estaba ya desbordado, los piqueros aún no estaban formados y el enemigo estaba a menos de 100 pasos. Decidí ganar tiempo haciendo avanzar la primera línea de picas, pivotándola para alinearse con el enemigo.

Los tracios más cercanos estaban listos, así que los lancé adelante contra el flanco del avance de la tropa de escotos. No había tiempo para más.

Lo que siguió fue muy rápido. Los tracios chocaron con la formación bárbara, que se revolvió con fiereza y los fulminó al instante. Ya teníamos una brecha entre los dos cuerpos del ejército.




Di órdenes para tapar el agujero a la reserva de psilois cretenses y yo mismo decidí acudir personalmente acompañando a mi reserva de auxiliares regulares.
Pero el desastre ya se estaba produciendo entre los piqueros. La primera línea que había avanzado, fue rota y arrollada sin remedio antes de ganar espacio o tiempo para sus compañeros. Esto provocó un desastre entre las filas posteriores que aun estaban acabando de formar, algunos fueron arrastrados por la derrota de la vanguardia, otros lograron formar y actuar como rompeolas.




Aquellos bárbaros vociferantes luchaban como diablos, se infiltraban en las líneas de picas y empujaban con un salvajismo desconocido que provocaba que nuestras apretadas líneas se rompieran y perdieran la cohesión. Nuestros piqueros no están acostumbrados a usar las espadas y con sus pequeños escudos no eran rivales para los guerreros enemigos.
Sin duda para enfrentarse a ellos son necesarias tropas más ligeras, en orden abierto, que puedan absorber el impacto de su carga y combatirles en el cuerpo a cuerpo. O los elefantes, o nuestros caballeros. Pero ya no estaban a tiempo de intervenir.
También estoy convencido que el no haber podido desayunar antes de empezar el combate fue determinante. Cuando los hoplitas y piqueros de la extrema derecha tuvieron en su mano desbaratar la punta de lanza enemiga, el ataque fracasó por completo. ¿Por qué los Sagrados Seises no estaban de nuestro lado? Sin duda por no poder haber realizado las libaciones matutinas en su honor.



Al acompañar la reserva hacia la brecha, el resto de tropas de nuestro centro quedaron sin órdenes y no se movieron durante la batalla, sólo avanzaron los auxiliares tracios y los agrianos que estaban próximos a mí, pero no tuvieron mejor suerte en detener a las tropas ligeras enemigas.

No se puede poner en duda el valor de nuestros soldados a pesar de combatir en tan desfavorables circunstancias. Aunque no lograron detener al enemigo, ciertamente le causaron terribles bajas que estimo en la mitad de su fuerza de guerreros de élite, pero no fue suficiente.

Finalmente la terrible hemorragia de nuestras brigadas de piqueros llevó al mando de la derecha al colapso, varias unidades comenzaron una rápida retirada, apenas unas pocas obedecieron las órdenes de resistir la marea enemiga.



¡Estaba al borde de la derrota total y el enemigo apenas había empleado la mitad de sus tropas!

Los mensajeros me informaron de que la caballería de los compañeros había detenido y rechazado a la caballería enemiga, quizás tuviese alguna oportunidad aún de enderezar el combate.



Pero fueron vanas esperanzas, poco después supe que al perseguir al enemigo habíamos sufrido un revés, leve pero suficiente para desbaratar cualquier posibilidad de recibir ayuda de la caballería.

Estaba a punto de ordenar la retirada general cuando...

¡Sonó la campana del rancho! Saludé amigablemente a mi bárbaro rival y nos fuimos alegremente junto al resto de compañeros para comer y compartir emociones y experiencias.

2 comentarios:

Xavier Martí i Picó dijo...

Suerte de la noche, que si no...

Erwin dijo...

Y yo debo reconocer que en las horas nocturnas, en lugar de pensar qn lo que podía hacer, me dedique a visitar las mesas vecinas para fotografiarlas. Estaba tan emocionado...